sábado, 17 de marzo de 2012

Las “T-Sex” invaden oficinas para ofrecer sus encantos


Rescato y re-difundo este reportaje (aún vigente) publicado en La Prensa en abril de 2002, trabajo compartido con la periodista Mal Tude.
 
“T-Sex” miró agraciada al cliente que acaba de ingresar a la “oficina” y con un ademán de manos amable dijo: “Pasa, elige a la que quieras”. Estaban con ropa muy ligera y casi transparte, sentadas en un amplio diván. Todas eran “T-Sex”, es decir, trabajadoras sexuales. Se sienten denigradas cuando les llaman prostitutas.
La “oficina” era una oficina, la número 1, segundo piso, del edificio al frente de una empresa de comunicaciones.

Apenas contaba con dos estrechos ambientes en donde antes, posiblemente, estaban un par de escritorios y con la computadora encima. Ahora, la pared lleva un gran espejo, piso alfombrado con un colchón arriba y un mesón para masajes.

La “T-Sex” dijo: “Una te cuesta 100 bolivianos, dos 160; pero tenés que esperar un poco (el cubículo) está ocupado”.

El diván estaba cómodo. Las “T-Sex” se ponían mimosas para merecer la elección. Dinero por trabajo, es lo que buscaban con preocupación. Domingo no era buen día.

Ayer nomás, las “T-Sex” realizaron el Segundo Encuentro de Trabajadoras Sexuales, en Cochabamba, para buscar soluciones a sus problemas sociales y de salud, y quizá para salir cuanto antes del mundo en que están atrapadas.

El Defensor del Pueblo, el año pasado, logró la eliminación de la matrícula, el mecanismo de control policial de las “meretrices”, porque se había convertido en un medio de corrupción policial.

Para agosto del mismo año, las “T-Sex” habían realizado su Primer Encuentro con representantes de siete departamentos y ocho ciudades intermedias.

Estaban agradecidas con el Defensor, pero el retiro de las matrículas les había acarreado problemas adicionales: los dueños de los “locales” elevaron sus ganancias a costa de ellas, los centros de salud las trataban peor y la Policía no acudía en su auxilio cuando se topaban con clientes agresivos.

Las “T-Sex” de El Alto se quejaban: “Somos discriminadas por la sociedad; llevamos una doble vida, por la noche como damas de compañía y durante el día amas de casa y madres”.

“A los proxenetas no les importa si nos caemos de borrachas, lo único que les importa en lucrar con nuestros cuerpos”.

“El trabajo de menores de edad en locales es culpa de los dueños, ellos dicen que son muy jovencitas, son rescatables o son nuevas”. “Estas jovencitas en manos de proxenetas y vividores sufren explotación”.

“Las trabajadoras sexuales estamos más cerca del contagio (del sida). En los centros de salud lo único que hacen es decomisar las libretas sanitarias”.
“La Policía y la prensa se dan a la tarea de cometer abusos y atropellos. La Policía nos trata como delincuentes, la prensa nos filma en ropa de trabajo (para decir) que somos peligrosas. ¿Por qué no piden nuestro consentimiento para salir o no en la pantalla (de Tv) o en foto?”.

La oficina del Defensor del Pueblo identificó otros problemas. “En la ciudad de El Alto, algunos locales no proveen medios dignos de trabajo a las ‘T-Sex’, dado que han hecho catres de cemento con miras a abartar sus costos y subir sus ganancias”.

Los centros de salud no proporcionan los resultados de los análisis sobre prueba del sida u otras enfermedades venéreas. “Los guantes utilizados no son tan desechables, los lavan para utilizarlos nuevamente”.

La Defensoría evaluará el resultado del Segundo Encuentro en Cochabamba, que acabó ayer. Allí se verá si las quejas han desaparecido.
 Mientras algunas de las “T-Sex” se “instalaron” en veredas de las calles de La Paz y El Alto, otras entregan sus servicios en locales populares, unas en clubes de lujo y otras, en determinados días, en las “oficinas” de masajes.
Estuvimos en la “oficina” uno. Del cubículo ocupado salió un hombre maduro y en estilo prepotente preguntó: “¡Quién me apuró?!”. Risitas cómplices.
Miró a su alrededor y las del diván miraron al piso para no ser reconocidas, y aguantar mejor la risotada.
Era un ex ministro de Estado, el que salió del Palacio envuelto en su propia vergüenza de “errores y no delitos”. Las “T-Sex” quizá nunca lo vieron en la televisión ni en los diarios, o quizá sí.
Alrededor de 1.600 trabajadoras sexuales se someten al obligado control médico del sida en La Paz y El Alto
Las dos estaban en la sala de espera para un chequeo médico. La primera, periodista, y la segunda una pulcra cholita de manta color vicuña.

—¿Sabes, hasta qué hora atienden en laboratorio? —preguntó la cholita sin saber que la que estaba a su lado no era una “T-Sex” sino una periodista que estaba buscando información médica sobre prostitución.
—No, no tengo la menor idea —respondió la periodista.

—¿Hace cuánto trabajas? —insistió la cholita.
—Recién me estoy iniciando (lo dijo para seguir la corriente).

—¿Dónde trabajas?
—En la 12 de Octubre...

—¿Y tú? —preguntó moviendo la pollera.
—También en la 12 de Octubre.

—Pero... y dónde? —inquirió; pues lleva dos años en el oficio y conoce casi todos los locales.
—En un lugar que se llama... es que como soy nueva no me acuerdo —y estuvo a punto de decir Andino Azul, un famoso local de El Alto.

La enfermera interrumpió la conversación para dar a la periodista los datos médicos que había solicitado. La cholita lanzó una sonrisa a flor de labios y con un ademán parecía decir: “que te vaya bien, amiga”.
Minutos antes del encuentro casual con la “T-Sex”, la periodista había ingresado a la sala de espera. Unas diez mujeres, una de ellas con su nena, aguardaban su turno. La más joven aparentaba unos 20 años; la mayor, 40. Todas bien arreglas y con olor a jabón y ducha.

Hace una semana estaban en la misma situación y la próxima repetirían la escena. Están obligadas a someterse al chequeo médico o análisis de laboratorio para asegurarse de que no llevan ninguna enfermedad encima.
En La Paz y El Alto, sólo 1.600 trabajadoras sexuales están legalmente registradas en el Programa de Enfermedades de Transmisión Sexual y VIH-SIDA, dependiente de la Prefectura. Una vez por semana, todas deben hacerse un control médico-ginecológico, cuyo costo es de 13 bolivianos.
En El Alto existen 700 trabajadoras sexuales registradas en el Centro de Salud La Ceja. Por día visitan el lugar unas 50 “usuarias”, como las cataloga el responsable del Programa, Hugo Borda.
Estas 700 personas son parte de 24 lenocinios, whiskerías, karaokes y “casas de masajes” legalmente acreditados. Sin embargo, existen como 16 centros nocturnos clandestinos.
El mayor problema son las trabajadoras sexuales de la calle, pues de varias sólo nueve se hacen un control médico.
En La Paz son 900 mujeres, que son parte de 100 centros nocturnos, whiskerías, centros de “masaje“, clubes privados y otros. Por día, al Centro Piloto acuden unas 100 personas.
Las “usuarias” reciben un carnet sanitario, cuya duración es de tres meses y se constituye en el requisito obligatorio para “trabajar”.
El Programa realiza controles sorpresivos para evidenciar que las trabajadoras cuentan con su carnet. En caso de que no lo tengan, la multa es de 300 bolivianos para el local.
Además del control ginecológico, cada tres meses se realiza la prueba de laboratorio y cada seis meses la toma para el VIH-sida.
A la entrada del centro médico, una mujer de pollera, enjoyada y algo gorda, observa con atención a las mujeres que ingresan.
A las “caras nuevas” les dice, como lo dijo a la periodista: “¿A dónde vas? ¿Quieres trabajar?”. Preguntas que quedaron sin respuestas.

Las ONG se suman a la defensa de los derechos humanos
La participación de varias ONG que trabajan con mujeres, no necesariamente meretrices, fue uno de los logros destacables del Segundo Encuentro Nacional de Trabajadoras Sexuales, dijo Nardy Suxo, adjunta a la Defensoría del Pueblo.
El encuentro se desarrolló ayer en la ciudad de Cochabamba con la participación de 20 dirigentes de trabajadoras sexuales de todo el país.
Las trabajadoras sexuales consideran que desde que el Defensor del Pueblo emitió la resolución defensorial el pasado año, ellas ya no se dejan “usar” por los policías.
La jornada de trabajo estuvo marcada por la presencia de trabajadoras sexuales y varias ONG que se dedican a los derechos humanos de las mujeres.
Uno de los objetivos de este encuentro fue que las ONG se sensibilicen con este sector de mujeres y tomen conciencia de la importancia que significa darles colaboración en derechos humanos y asistencia social.
Durante el encuentro fueron abordados cuatro temas: asesoría legal, fortalecimiento de sus organizaciones, salud y capacitacion. Además se tocó el tema de cómo mejorar el trabajo con los propietarios de los locales.
Por el momento, si bien ya cuentan con organizaciones en el ámbito departamental, éstas no tienen reconocimiento legal o personería jurídica.
En el encuentro también se evaluó el avance en el cumplimiento de la resolución defensorial.
Las conclusiones serán difundidas en los próximos días.
El Primer Encuentro de Trabajadoras Sexuales se realizó el 30 de agosto del año pasado. Entonces, las demandas principales estaban referidas a contar con una reglamentación de trabajo de lenocinios con menores, mejora de las condiciones de higiene, seguridad social, obligatoriedad de un carnet único de sanidad.
También solicitaron que se promueva la creación de guarderías infantiles nocturnas, como responsabilidad pública con las trabajadoras sexuales.
En la reunión de Cochabamba se logró promover la organización de trabajadoras sexuales con carácter nacional para evitar que estén expuestas a la explotación por parte de propietarios y clientes, y la violación de sus derechos humanos por las instituciones públicas.

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