miércoles, 28 de marzo de 2012

La autodefensa civil frente a la delincuencia




*Nicolás Fernández Motiño

Vecinos organizados de El Alto y choferes sindicalizados pidieron armas para responder a los ataques de los delincuentes; y ya se habla de la formación de patrullas o rondas para evitar asaltos en las calles de los barrios más alejados del centro de la ciudad.

Aire enrarecido respira uno cuando mira muñecos de trapos colgados en postes de luz, lee en muros “ladrón que sea sorprendido será quemado” o “… sus manos serán cortadas”; o cuando uno escucha ladridos de perros guardianes, enfurecidos por la presencia de extraños; o cuando uno ve alambre de púas, electrificadas o no, o pedazos de vidrio cual deformes cuchillos dentados sobre muros.

A la hora de una conmoción social por la brutalidad con que actúa la delincuencia, más de uno quisiera entre sus manos un arma de fuego con el dedo puesto en el gatillo… por si acaso.

En dos momentos históricos, la Constitución Política del Estado autorizaba armarse a los ciudadanos: “Todo ciudadano tiene el derecho de tener un arma para defender el orden público y las instituciones (Art.  29, Constitución de 1871; gobierno de Agustín Morales)” y “Las milicias populares, autorizadas por el Supremo Gobierno, pertenecen a la reserva de las Fuerzas Armadas (Art. 21, Constitución de 196; Víctor Paz Estenssoro)”.

Actualmente, no está prohibida la portación de armas de calibre menor destinada a la autodefensa personal de civiles o la protección de negocios, incluida las armas de uso deportivo o caza. La autorización y registro es facultad de la policía nacional, lo que no da derecho a su empleo criminal.

La constitución vigente  faculta a los civiles la aprehensión de personas encontradas en delitos flagrantes, “aún sin mandamiento”, con el único fin de entregarlas a la autoridad competente policial o judicial (Art. 23, inc. IV).

El Código de Procedimiento Penal amplia el mandato constitucional: “El particular que realice una aprehensión, recogerá también los objetos e instrumentos que hayan servido para cometer el hecho o sean conducentes a su descubrimiento y los entregara a la autoridad correspondiente (Art. 229)”.

La Ley penal considera que hay “flagrancia” cuando el sospechoso es sorprendido en el intento, la consumación o la fuga del delito. 

El ciudadano no tiene obligación de denunciar un hecho delictivo, lo contrario significaría convertirlos en agentes de un Estado policial. El CPP (Art. 284) condiciona a un  “podrá”. En cambio, la obligatoriedad corresponde al Fiscal, Policía, funcionarios públicos, médicos, enfermeros, farmaceúticos y otros que conozcan del hecho en el ejercicio de su profesión u oficio (Art. 286).

Los periodistas, sobre todo los especialistas en la cobertura policial y judicial, conocen de hechos criminales y publican con detalles el qué, cómo, quién, dónde y cuándo ocurrió; pero tampoco tienen obligación de denunciar el hecho ante autoridad policial o judicial, lo hacen con las publicaciones.

La casa representa, además, el espacio vital de la familia donde ejerce todos sus derechos y libertades a plenitud, lejos de las perturbaciones. La constitución (Art. 25, Inc. I) reconoce el “derecho a la inviolabilidad” del domicilio de su domicilio y el CPP (Art. 180)  prohíbe el allanamiento en horas de la noche (de 19:00 a 07:00), excepto en delitos flagrantes.

La violación de este espacio familiar conlleva una sanción agravada si ocurre con uso de la fuerza en las cosas, violencia de personas, con armas, “escalamiento o uso de ganzúa, llave falsa u otro instrumento semejante”, o con abuso de autoridad (Arts. 298, 299 y 326, CP).




Entonces, si el ciudadano o vecino puede portar un arma de fuego, puede aprehender a un delincuente infraganti y puede denunciar o no de un hecho criminal que llegue a su conocimiento, ¿significa que goza de algún tipo de inmunidad en caso de muerte o lesión grave –por ejemplo en linchamiento- de un sospechoso o delincuente?

El Código Penal boliviano exime de responsabilidad criminal a las personas que hayan actuado en “legítima defensa”, “ejercicio de un derecho, oficio o cargo, cumplimiento de la ley o de un deber”, o en “estado de necesidad (Arts. 11, num. 1 y 2, y Art. 12)”.

“(…) en la medida en que la defensa sea respuesta proporcionada a una agresión injusta (n.r. del agresor), no cabe duda de que, cualquiera que sea la actitud anímica del que se defiende, existe una auténtica causa de justificación que legitima el acto realizado (Muñoz Conde, 2004).

Para justificar una reacción violenta contra un ataque también violento, la ley penal exige cumplir con requisitos como la proporción, ataque injusto y actual. Es decir, que no se podría repeler un ataque con arma de fuego cuando el atacante emplea sus puños, o pasada la agresión busca al agresor para dar fin con él. Así habría desproporción y venganza, por tanto, no constituirá causa de justificación de un delito. Un linchamiento no es legítima defensa, lo es cuando un “cogotero” que ataca de sorpresa pero es vencido por su víctima, por ejemplo.

Si bien la Constitución, el Código Penal y el de Procedimiento Penal protegen el domicilio, sus ocupantes tienen derecho a la legítima defensa mediante “defensas mecánicas predispuestas” o “los offendicula” (Miguel Harb, 1992). Los primeros pueden ser armas que se activen de manera automática frente a invasiones, trampas mortales, artefactos eléctricos, alarmas, etc. y los segundos perros amaestrados, vallas o alambre de púas electrificadas, verjas dentadas y filudas, vidrios rotos encima de muros, etc. Unos son disuasivos y otros ofensivos, que incluso pueden ocasionar lesiones graves o la muerte. En todos los casos, según juristas, la advertencia debe claramente notoria de modo que el sujeto asuma los riesgos de sobrepasar las defensas.

Los muñecos de trapo colgados en postes y las advertencias escritas en muros, son señales de justicia por mano propia como ya ocurrieron en varios barrios con el saldo de supuestos delincuentes colgados o quemados en carne y hueso hasta morir,  incluso de inocentes.

El ejercicio de la legítima defensa con exceso y brutalidad, revierte el papel de víctima a victimario. En todo caso, es el  juez quien determina la legítima defensa en la justa medida.

sábado, 17 de marzo de 2012

Las “T-Sex” invaden oficinas para ofrecer sus encantos


Rescato y re-difundo este reportaje (aún vigente) publicado en La Prensa en abril de 2002, trabajo compartido con la periodista Mal Tude.
 
“T-Sex” miró agraciada al cliente que acaba de ingresar a la “oficina” y con un ademán de manos amable dijo: “Pasa, elige a la que quieras”. Estaban con ropa muy ligera y casi transparte, sentadas en un amplio diván. Todas eran “T-Sex”, es decir, trabajadoras sexuales. Se sienten denigradas cuando les llaman prostitutas.
La “oficina” era una oficina, la número 1, segundo piso, del edificio al frente de una empresa de comunicaciones.

Apenas contaba con dos estrechos ambientes en donde antes, posiblemente, estaban un par de escritorios y con la computadora encima. Ahora, la pared lleva un gran espejo, piso alfombrado con un colchón arriba y un mesón para masajes.

La “T-Sex” dijo: “Una te cuesta 100 bolivianos, dos 160; pero tenés que esperar un poco (el cubículo) está ocupado”.

El diván estaba cómodo. Las “T-Sex” se ponían mimosas para merecer la elección. Dinero por trabajo, es lo que buscaban con preocupación. Domingo no era buen día.

Ayer nomás, las “T-Sex” realizaron el Segundo Encuentro de Trabajadoras Sexuales, en Cochabamba, para buscar soluciones a sus problemas sociales y de salud, y quizá para salir cuanto antes del mundo en que están atrapadas.

El Defensor del Pueblo, el año pasado, logró la eliminación de la matrícula, el mecanismo de control policial de las “meretrices”, porque se había convertido en un medio de corrupción policial.

Para agosto del mismo año, las “T-Sex” habían realizado su Primer Encuentro con representantes de siete departamentos y ocho ciudades intermedias.

Estaban agradecidas con el Defensor, pero el retiro de las matrículas les había acarreado problemas adicionales: los dueños de los “locales” elevaron sus ganancias a costa de ellas, los centros de salud las trataban peor y la Policía no acudía en su auxilio cuando se topaban con clientes agresivos.

Las “T-Sex” de El Alto se quejaban: “Somos discriminadas por la sociedad; llevamos una doble vida, por la noche como damas de compañía y durante el día amas de casa y madres”.

“A los proxenetas no les importa si nos caemos de borrachas, lo único que les importa en lucrar con nuestros cuerpos”.

“El trabajo de menores de edad en locales es culpa de los dueños, ellos dicen que son muy jovencitas, son rescatables o son nuevas”. “Estas jovencitas en manos de proxenetas y vividores sufren explotación”.

“Las trabajadoras sexuales estamos más cerca del contagio (del sida). En los centros de salud lo único que hacen es decomisar las libretas sanitarias”.
“La Policía y la prensa se dan a la tarea de cometer abusos y atropellos. La Policía nos trata como delincuentes, la prensa nos filma en ropa de trabajo (para decir) que somos peligrosas. ¿Por qué no piden nuestro consentimiento para salir o no en la pantalla (de Tv) o en foto?”.

La oficina del Defensor del Pueblo identificó otros problemas. “En la ciudad de El Alto, algunos locales no proveen medios dignos de trabajo a las ‘T-Sex’, dado que han hecho catres de cemento con miras a abartar sus costos y subir sus ganancias”.

Los centros de salud no proporcionan los resultados de los análisis sobre prueba del sida u otras enfermedades venéreas. “Los guantes utilizados no son tan desechables, los lavan para utilizarlos nuevamente”.

La Defensoría evaluará el resultado del Segundo Encuentro en Cochabamba, que acabó ayer. Allí se verá si las quejas han desaparecido.
 Mientras algunas de las “T-Sex” se “instalaron” en veredas de las calles de La Paz y El Alto, otras entregan sus servicios en locales populares, unas en clubes de lujo y otras, en determinados días, en las “oficinas” de masajes.
Estuvimos en la “oficina” uno. Del cubículo ocupado salió un hombre maduro y en estilo prepotente preguntó: “¡Quién me apuró?!”. Risitas cómplices.
Miró a su alrededor y las del diván miraron al piso para no ser reconocidas, y aguantar mejor la risotada.
Era un ex ministro de Estado, el que salió del Palacio envuelto en su propia vergüenza de “errores y no delitos”. Las “T-Sex” quizá nunca lo vieron en la televisión ni en los diarios, o quizá sí.
Alrededor de 1.600 trabajadoras sexuales se someten al obligado control médico del sida en La Paz y El Alto
Las dos estaban en la sala de espera para un chequeo médico. La primera, periodista, y la segunda una pulcra cholita de manta color vicuña.

—¿Sabes, hasta qué hora atienden en laboratorio? —preguntó la cholita sin saber que la que estaba a su lado no era una “T-Sex” sino una periodista que estaba buscando información médica sobre prostitución.
—No, no tengo la menor idea —respondió la periodista.

—¿Hace cuánto trabajas? —insistió la cholita.
—Recién me estoy iniciando (lo dijo para seguir la corriente).

—¿Dónde trabajas?
—En la 12 de Octubre...

—¿Y tú? —preguntó moviendo la pollera.
—También en la 12 de Octubre.

—Pero... y dónde? —inquirió; pues lleva dos años en el oficio y conoce casi todos los locales.
—En un lugar que se llama... es que como soy nueva no me acuerdo —y estuvo a punto de decir Andino Azul, un famoso local de El Alto.

La enfermera interrumpió la conversación para dar a la periodista los datos médicos que había solicitado. La cholita lanzó una sonrisa a flor de labios y con un ademán parecía decir: “que te vaya bien, amiga”.
Minutos antes del encuentro casual con la “T-Sex”, la periodista había ingresado a la sala de espera. Unas diez mujeres, una de ellas con su nena, aguardaban su turno. La más joven aparentaba unos 20 años; la mayor, 40. Todas bien arreglas y con olor a jabón y ducha.

Hace una semana estaban en la misma situación y la próxima repetirían la escena. Están obligadas a someterse al chequeo médico o análisis de laboratorio para asegurarse de que no llevan ninguna enfermedad encima.
En La Paz y El Alto, sólo 1.600 trabajadoras sexuales están legalmente registradas en el Programa de Enfermedades de Transmisión Sexual y VIH-SIDA, dependiente de la Prefectura. Una vez por semana, todas deben hacerse un control médico-ginecológico, cuyo costo es de 13 bolivianos.
En El Alto existen 700 trabajadoras sexuales registradas en el Centro de Salud La Ceja. Por día visitan el lugar unas 50 “usuarias”, como las cataloga el responsable del Programa, Hugo Borda.
Estas 700 personas son parte de 24 lenocinios, whiskerías, karaokes y “casas de masajes” legalmente acreditados. Sin embargo, existen como 16 centros nocturnos clandestinos.
El mayor problema son las trabajadoras sexuales de la calle, pues de varias sólo nueve se hacen un control médico.
En La Paz son 900 mujeres, que son parte de 100 centros nocturnos, whiskerías, centros de “masaje“, clubes privados y otros. Por día, al Centro Piloto acuden unas 100 personas.
Las “usuarias” reciben un carnet sanitario, cuya duración es de tres meses y se constituye en el requisito obligatorio para “trabajar”.
El Programa realiza controles sorpresivos para evidenciar que las trabajadoras cuentan con su carnet. En caso de que no lo tengan, la multa es de 300 bolivianos para el local.
Además del control ginecológico, cada tres meses se realiza la prueba de laboratorio y cada seis meses la toma para el VIH-sida.
A la entrada del centro médico, una mujer de pollera, enjoyada y algo gorda, observa con atención a las mujeres que ingresan.
A las “caras nuevas” les dice, como lo dijo a la periodista: “¿A dónde vas? ¿Quieres trabajar?”. Preguntas que quedaron sin respuestas.

Las ONG se suman a la defensa de los derechos humanos
La participación de varias ONG que trabajan con mujeres, no necesariamente meretrices, fue uno de los logros destacables del Segundo Encuentro Nacional de Trabajadoras Sexuales, dijo Nardy Suxo, adjunta a la Defensoría del Pueblo.
El encuentro se desarrolló ayer en la ciudad de Cochabamba con la participación de 20 dirigentes de trabajadoras sexuales de todo el país.
Las trabajadoras sexuales consideran que desde que el Defensor del Pueblo emitió la resolución defensorial el pasado año, ellas ya no se dejan “usar” por los policías.
La jornada de trabajo estuvo marcada por la presencia de trabajadoras sexuales y varias ONG que se dedican a los derechos humanos de las mujeres.
Uno de los objetivos de este encuentro fue que las ONG se sensibilicen con este sector de mujeres y tomen conciencia de la importancia que significa darles colaboración en derechos humanos y asistencia social.
Durante el encuentro fueron abordados cuatro temas: asesoría legal, fortalecimiento de sus organizaciones, salud y capacitacion. Además se tocó el tema de cómo mejorar el trabajo con los propietarios de los locales.
Por el momento, si bien ya cuentan con organizaciones en el ámbito departamental, éstas no tienen reconocimiento legal o personería jurídica.
En el encuentro también se evaluó el avance en el cumplimiento de la resolución defensorial.
Las conclusiones serán difundidas en los próximos días.
El Primer Encuentro de Trabajadoras Sexuales se realizó el 30 de agosto del año pasado. Entonces, las demandas principales estaban referidas a contar con una reglamentación de trabajo de lenocinios con menores, mejora de las condiciones de higiene, seguridad social, obligatoriedad de un carnet único de sanidad.
También solicitaron que se promueva la creación de guarderías infantiles nocturnas, como responsabilidad pública con las trabajadoras sexuales.
En la reunión de Cochabamba se logró promover la organización de trabajadoras sexuales con carácter nacional para evitar que estén expuestas a la explotación por parte de propietarios y clientes, y la violación de sus derechos humanos por las instituciones públicas.

miércoles, 7 de marzo de 2012

BANZER ordenó el fusilamiento de Suxo en 1973 y a sus hijos se les aplicó torturas


Sociedad
El debate sobre la pena de muerte regresó a Bolivia después del asesinato de los hermanos Peñasco Layme. Las posiciones son divididas. Cambio presenta el caso de Melquiades Suxo, que aún genera dudas sobre la efectividad de la pena capital.

1973 es el año en que Melquíades Suxo fue sometido a la pena capital por el delito de estupro y asesinato de una niña de cuatro años.
LA PAZ
Cambio

Es 27 de agosto de 1973. Faltan tres días para que Melquiades Suxo sea fusilado. Este campesino migrante de Sunimuri, un pueblo ubicado a orillas del lago Titicaca, arenero de oficio, ha sido acusado de estupro y asesinato de una niña de cuatro años.

La pena máxima ya no existe en Bolivia, ha sido excluida de la Constitución Política del Estado en 1967, pero la población exige que sea repuesta para aplicarla en contra de Suxo.

El país vive un período de dictadura instaurado por Hugo Banzer Suárez, quien ha rechazado el pedido de indulto de Suxo y ha ordenado su inmediata ejecución.

“He determinado que se cumpla la sentencia pronunciada por su Juzgado, junto al sincero deseo de que la majestad de la Justicia boliviana consiga con sus fallos la vigencia del respeto a la vida, la propiedad privada y el honor de las personas e instituciones en la sociedad nacional, resguardando sobre todo a la mujer y niñez boliviana”, indica la respuesta del Jefe de Estado a la carta enviada por la defensa de Suxo.

El periodista Guido Pizarroso, del periódico Hoy, llega hasta la ófrica celda del condenado en la cárcel de San Pedro, para hacerle una entrevista.

Lo encontró talando un anillo de cuerno de algún animal. La escena le dio el título a su nota periodística: “Talando un todo anillo, Suxo espera la muerte”.

El migrante aymara no habla bien el castellano y tiene que recurrir a palabras de su lengua materna para responder con frases cortas a las preguntas que se le hace, destaca Pizarroso en su entrevista.

“(...) espera pacientemente sin saber realmente en qué consiste la muerte. Muestra  gran resignación cuando se enteró de que el Presidente de la República le negó el indulto, pero insiste en que es inocente. ‘No tengo huevos’, dice y pide que vayan muchos médicos a convencerse”, señala parte de la entrevista publicada en el periódico Hoy el 28 de agosto de 1973.

El estado físico de Suxo evidentemente se mostraba seriamente deteriorado, porque a la pregunta de Pizarroso sobre su salud, Suxo le responde: “Mirame, estoy enfermo, mi cabeza me duele, creo que está llena de sangre. Mi hueso de aquí está roto (se toca el costado izquierdo). Mi pierna está lastimada, mirá (muestra su pierna derecha mal vendada)”.

A los dos días de la publicación de la entrevista, el 30 de agosto, aproximadamente a las 6 de mañana, Melquiades Suxo fue fusilado en el panóptico de San Pedro.

Los hijos de Suxo

En la entrevista de Guido Pizarroso no se menciona que Melquiades Suxo tenía dos hijos: uno de 17 años y una niña de 14, quienes junto a él también fueron sentenciados por complicidad.

Mientras la niña, pese a ser menor de edad, fue condenada a cinco años de cárcel por rapto; su hermano, también menor de edad, recibió la pena de 20 años de prisión por estupro.

En esa misma época, el hoy  periodista y abogado Nicolás Fernández había llegado a la ciudad de La Paz con su madre, procedente de Potosí.

Pese a que aún era un niño, vivió la conmoción nacional de ese entonces. Más porque en la casa a la que llegó a vivir, en la calle Armentia, habitaba uno de los fiscales que estuvo a cargo del caso.

Pasaron 20 años después del hecho, y en 1993 Nicolás, que se había convertido en un periodista, decidió investigar el caso Suxo.

“Durante años busqué, sin suerte, a los hermanos Suxo, de quienes sabía habían cumplido su condena en la cárcel”, dice este periodista.

Su búsqueda terminó en 2011, cuando un día se le ocurrió tomar una guía telefónica de la ciudad de La Paz para buscar el apellido Suxo. Lo encontró. Llamó; y grande fue su sorpresa cuando en el primer intento encontró a la hermana.

Le fue muy difícil lograr una entrevista personal con ella, pero finalmente lo logró. La primera reunión fue impactante para Nicolás porque la mujer había llevado por mucho tiempo oculto el terror que vivió en su infancia. Y al revivir esos episodios estalló en una crisis emocional.

“Sufría y sufre de una victimización permanente”, dice el periodista.

La hija de Suxo contactó a Nicolás con su hermano. Y ambos le contaron su verdad en la que aseguran haber sido forzados, a través de la tortura y la vejación, a confesar una culpa y una condena que cargan hasta hoy.

Al ser aprehendidos, los hermanos Suxo, junto a su  padre, fueron llevados a las oficinas del Departamento de Orden Político (DOP), donde fueron torturados y obligados a confesar que, junto a su padre, habían participado en la violación y asesinato de la niña María Teresa Mamani, de cuatro años de edad.

Pero, lo peor lo vivieron en la morgue, donde la hija de Suxo fue obligada a dormir con el cadáver de la niña María Teresa y “besar a los muertos”, señala el periodista Fernández.

El reportero y también abogado indica que los hermanos Suxo también “fueron obligados a ver cómo le rompían las piernas a su padre para hacerle confesar”,

Y la tortura también había alcanzado al hijo mayor de Suxo,  a quien “le rasgaron el prepucio para demostrar que no era casto y así tener la prueba de que había participado en el ultraje sexual de la menor”.

“Yo ni siquiera sabía qué era sexo”, le confesó el hijo de Suxo Nicolás, 38 años después del fusilamiento de su padre Melquiades Suxo.

El periodista está convencido de que la familia Suxo es inocente y que fue víctima de una medida política del Gobierno de facto de entonces.

“La decisión fue más política  porque Hugo Banzer quería frenar la resistencia de los sindicatos y otros sectores a su Gobierno de facto”, sostiene.

Lo cierto es que a casi 40 años de la última aplicación de la pena de muerte en Bolivia, aún se debate la inocencia o culpabilidad del condenado Melquiades Suxo.

DATOS

• Melquiades Suxo era un campesino migrante que vivía en la zona de Chuquiaguillo de La Paz y era arenero de oficio.

• Los dos hijos de Melquiades, menores de edad, fueron sentenciados a 20 y cinco años de cárcel por complicidad

• En 2011, el periodista y abogado Nicolás Fernández encontró a los hermanos Suxo, quienes le confesaron su inocencia.

• Después del asesinato de los hermanos periodistas Peñasco Layme, la población demandó la aplicación de la pena capital.

• Autoridades plantean pensar en medidas de rehabilitación y reinserción de las personas que cometen delitos.

• Movimientos sociales proponen la aplicación de medidas de prevención que involucren a la sociedad en su conjunto.

Puntos de vista
Andrés Alanoca
Alcalde de Jesús de Machaca
Pedimos que las autoridades tomen cartas en el asunto porque la población ya está tomando la justicia por mano propia y no podemos hacer nada ante el incremento de la delincuencia, que nos trae luto y dolor a las familias.

Los hijos de uno de los mallkus de nuestra comunidad fueron asesinados por estos delincuentes, y es como si la muerte hubiera llegado a todas las familias, por eso reclamamos justicia y vamos a seguir hasta conseguirla.

Ernestina Colque
Comunaria de Andrés de Machaca
Cómo podemos vivir con miedo, ya no se puede caminar ni temprano ni de noche. Los que vivimos en el campo siempre hemos estado amenazados por los delincuentes que nos asaltan en el camino.

Estamos cansadas de que maten a nuestros hijos, esposos, padres y hermanos. Ahora las mujeres también corremos peligro, como ocurrió con la compañera Verónica Peñasco. Por eso pedimos la pena de muerte para los ‘cogoteros’.

María Mamani

(Familiar de una víctima)

Una pena lo han dejado a mi hermano, totalmente golpeado. La Policía no nos da garantías, y los ‘cogoteros’ nos tienen amenazados a toda la familia. También tenemos gastos que hacer para la curación de mi hermano, necesito harta plata.

Sólo para reconstruirle el pabellón de la oreja necesitamos 4 mil bolivianos y es más dinero para la cara. ¿Acaso ellos piensan en ese daño cuando les hacen eso? Aunque sea debían desvestirlos, pero no matarlos o herirlos.

Gustavo Minaya
Poblador de la Prov. Ingavi
Estos delincuentes no tienen respeto por la vida, parece que matan por gusto. Entonces ¿qué podemos hacer? También el Gobierno tiene que tener en cuenta que sus jueces y fiscales son cómplices de los ‘cogoteros’, porque los dejan libres.

Si por lo menos el Ministerio Público hiciera su trabajo, no estaríamos en peligro de muerte. En todo caso, que las autoridades hagan alguna acción para que estos delincuentes no salgan de la cárcel a enlutar a las familias.

“Otro no puede convertirse en asesino”
“Es preocupante porque los casos de violencia se ven todos los días en todas partes de Bolivia y pasan como si nada, pero no quisiera que la pena de muerte convierta a otros en asesinos”, opinó Julia Ramos, secretaria ejecutiva de la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas, Campesinas y Originarias - Bartolina Sisa.

Así la dirigente expresó su desacuerdo con la implementación en Bolivia de la pena de muerte contra ‘cogoteros’ y violadores, como demandó en los últimos días la población de El Alto y de algunas provincias de La Paz, después del asesinato de los hermanos periodistas Peñasco Layme.

Ramos convocó a la población en general a asumir medidas de control en las comunidades y barrios, con la colaboración de efectivos policiales.

“Si hay gente que comete delitos, no puede ser que vaya a cárceles hacinadas, porque ahí es donde tiene que rehabilitarse, estudiando y aprendiendo oficios para generar ingresos incluso para su alimentación”, sostuvo Julia Ramos.

Viceministra de Igualdad: Postura es bastante radical
La viceministra de Igualdad de Oportunidades del Ministerio de Justicia,  Karina Marconi, consideró que la demanda de pena de muerte en Bolivia para ser aplicada a delincuentes ‘cogoteros’ y violadores “es una postura bastante radical”.

“Implicaría cambiar la Constitución Política del Estado, que reconoce el derecho a la vida. Más bien, es oportuno pensar en medidas de rehabilitación, de reinserción de las personas que cometen delitos”, dijo la viceministra Marconi.

La autoridad remarcó que el Ministerio de Justicia estableció conversatorios al respecto en mesas de diálogo para analizar el asunto de manera profunda

“La inseguridad ciudadana no requiere sólo respuestas del Estado, sino también de la sociedad civil”, añadió la Viceministra.

Indicó que “hace falta debatir más y avanzar en políticas que den respuestas desde el nivel central, las gobernaciones, municipios y población en general” al problema de la inseguridad ciudadana, que ha movilizado a algunos sectores de la población de El Alto y provincias de La Paz.

“Apliquemos resultados de la cumbre”
El presidente del Capítulo Boliviano de Derechos Humanos, Víctor Vacaflores, afirmó que la pena de muerte no es la solución para resolver el problema de la inseguridad ciudadana, y exhortó a las autoridades a trabajar en medidas de prevención de la delincuencia, como el fortalecimiento de la Policía y la aplicación de las conclusiones surgidas en la Cumbre de Seguridad Ciudadana de Tarija.

“Desde el punto de vista humano y social, y de los derechos humanos, no es la salida instaurar la pena de muerte, porque se corre el peligro de cometer errores, como ocurre en Estados Unidos, donde se tienen registrados casos en que mucha gente inocente fue ajusticiada”, afirmó.

Recordó que Bolivia tiene suscritos una serie de convenios internacionales, como el Pacto de San José, el cual establece la abolición de la pena de muerte de las legislaciones de los países miembros

Afirmó que el debate de la pena de muerte resurge en el país siempre que suceden hechos de violencia y delincuencia que conmueven a la población, “por lo que es necesario que de una vez las autoridades implementen las soluciones concretas que se plantearon y aprobaron en la Cumbre de Seguridad Ciudadana”.

“De lo contrario la sociedad va a seguir viendo que la pena de muerte puede ser la solución a este problema y que hacer justicia con mano propia es la actitud correcta”, concluyó el activista de derechos humanos.