sábado, 6 de julio de 2013

Unos trafican, otros ponen el burdel

Placer con dignidad, Mónica Ceberio Belaza

Las redes de tráfico de mujeres extranjeras pueden obligar a las chicas a prostituirse en las calles y polígonos industriales -a veces también en pisos-, pero es raro que tengan un local de alterne explotado por ellos mismos, sobre todo cuando la red es pequeña y esta formada por tres o cuatro personas.

Hacen falta ciudadanos locales que actúen como tenderos de la mercancia. Y son  necesarios varios contactos, porque las mujeres no pueden estar paradas en el mismo club durante muchas semanas. Los traficantes tienen que montar una red de locales por la que puedan ir circulando. La cifra total de clubes, según la Unidad contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsificaciones Documentales de la Policía Nacional, está en torno a los 2.500.

Los empresarios insisten en que ellos no tienen nada que ver con la trata de mujeres. Aseguran que sólo les ofrecen un espacio en el ejercicio libremente como prostitutas y que, a cambio, les cobran por el alojamiento y comida.

Luis un cubano exjugador de volibol dueño de un local, defiende que es un negocio más en el que todos son libres. "En las copas vamos al 50%, pero el cliente da directamente el dinero a la mujer. Yo no quiero problemas. Tampoco me meto en si tienen o no tienen relaciones sexuales. Ése es su problema. Yo les cobro $us 50 al día por habitación, desayuno, comida y cena, y no quiero saber nada más. No acepto menores de edad y no no voy buscando chicas. Vienen las que quieren.

La realidad no tiene siempre el tono rosa que pinta Luis. En los clubes hay mujeres obligadas a ejercer la prostitución. Sobre todo durante sus primeros meses, los que tardan en pagar la deuda de sus captores. Las endeudadas están obligadas a hacer cualqueir cosa que les digan. A veces es su mani (la controladora, la persona que las vigila siempre), la que se ocupa de todas su relaciones mercantiles, de decirle lo que tiene que cobrar y cuántos hombres tiene que mantener relaciones sexuales cada noche. Y la encargada de presionarla si los objetivos mínimos no se cumplen. El empresario puede mantenerse al margen y limitarse a cobrar a las mujeres entre 50 y 70 dólares al día para evitar conflictos con la justicia. Pero en muchos casos sí el dueño del club (a través de sus encargados y empleados), el que explota directamente a la mujer una vez que los traficantes la han traído a España.

Las autoridades saben dónde están los clubes. ¿Por qué no hay un mayor control entonces? ¿Por qué no se hace una vigilancia constante para evitar que sean espacios en los que se esclaviza impunemente a las mujeres?

Hay dos vías de actuación: la policial y la de la inspección de trabajo. Y ambas se encuentran en el mismo problema: la falta de regulación en España de la prostitución. Como no esta prohibida, no pueden acosar de forma permanente a los locales. Como no esta regulada, tampoco pueden controlar que se cumpla una determinada normativa, que se respeten los derechoslaborales de las mujeres.

La Policía se encuentra con el mismo problema a la hora de actuar.

La prostitución es una actividad lícita, por lo que no pueden perseguirla. Sólo pueden ir trás el tráfico de personas y la inmigración ilegal. Por lo general, la redadas buscan mujeres sin papeles. Una vez detenidas, algunas denuncias a los explotadores. Otras no. Por miedo a represalías y porque muchas veces el empresario las ha convencido de que los agentes (que pasan a menudo por los prostíbulos para conseguir información) no las van a ayudar.

(Tomado de Páginas Azules, La Razón 26/11/2012)