viernes, 15 de mayo de 2015

PERIODISMO Y CIENCIAS SOCIALES


Por BORIS MIRANDA
Publicado en la Agencia de Noticias Fides (Bolivia)
 
Bolivia es un país con excelentes investigadores sociales, con solidez teórica y propuestas que nunca dejan de ser creativas. No somos un polo de referencia del conocimiento latinoamericano, sin embargo las distinciones y logros académicos alcanzados por nuestros cientistas sacan muy bien la cara por el país.

El periodismo no se queda muy atrás. A pesar de los variopintos hostigamientos y antipatías producto de nuestros innumerables pecados y sobresalientes valentías, generaciones de periodistas supieron tomar el pulso y leer los horizontes de época en momentos políticos harto complejos en el país. Pienso en la Revolución Nacional, las dictaduras militares y también, aunque ahora se polemice mucho al respecto, en el proceso de cambio. Tampoco fueron pocas excepciones los periodistas bolivianos que rayaron muy alto en el complejo mediático mundial.

El periodismo es menospreciado por ser un oficio profano. Por su misión informativa invade universos reclamados como objeto de estudio de ciencias como la economía o el derecho. La vocación pluralista y universalista del periodista (escribimos de muchos temas y para públicos amplios) lo condena a la simplificación de asuntos complejos.  Y es esa suerte de desgracia virtuosa la que lo rezaga y devalúa ante el resto del campo de producción de conocimiento.

Hagamos una distinción. La primera misión del periodismo es la de informar, aunque también se asumen como horizontes el educar, registrar y entretener. Y, claro, armas relativamente más nuevas lo aproximan a la posibilidad de interpretar y explicar. Siempre como producto de un ejercicio periodístico y no como un saber científico acabado.

La sociología, las ciencias políticas, la historia o la misma comunicación tienen objetos de estudio tal vez más ambiciosos y métodos más especializados y de largo aliento. Y en esas características encontramos los motivos por los que estas áreas de las ciencias sociales obtienen mayor reconocimiento en diversos campos de la sociedad; a pesar de que la jerarquización de las formas de conocimiento también se puede entender como una forma de colonialismo.

En defensa del periodismo alegaré que también es un universo de habilidades bien trabajadas y métodos que se renuevan y verifican de manera constante. “El periodista es un especialista de la mirada”, dijo una vez el colega argentino Carlos Ulanovsky y con ello dio la talla del desafío cotidiano de un reportero. Sea un partido en el mundial de fútbol o un desastre natural, el reto es tener los ojos bien abiertos para encontrar la historia que otros miles de millones no ven. Salir del resultado del partido o de la cifra de muertos y heridos para aproximar al lector a las acciones y sensaciones que no tienen parámetros cuantificables.

Y si conseguiste una historia que merece ser contada, el siguiente desafío es redactarla para que también sea digna de ser leída. Tampoco es tan fácil como muchos piensan. Articular oraciones con ritmo y bien estructuradas, aprovechar los elementos que te da la realidad para recrear escenarios o manejar los tiempos de una narración son desafíos que están por encima de los aspectos metodológicos. Pertenecen al universo de las artes más trabajadas. Marx tenía una redacción compleja y con muchas ideas y categorías concatenadas, pero preservaba la forma y nunca descartaba la ironía. A su modo, el alemán cuidaba lo que después el periodista García Márquez reveló como su método de escritura/lectura: “Calculo dónde se va a aburrir el lector y procuro evitar que se aburra”. Sin la atención del lector, sea cual sea nuestro oficio o profesión, no somos nada.

Una vez, una socióloga que critica más de lo que produce me cuestionó una crónica por la ausencia de elementos en un relato sobre mujeres y la historia reciente de Bolivia. Para lo que me pedía habría necesitado todo el periódico, cuando en realidad sólo tenía un par de páginas de espacio para desarrollar el tema. La síntesis es una de las grandes habilidades del periodista, valor que a veces pasa insospechado en otras disciplinas. A diario, un reportero tiene menos de 6.000 caracteres (con espacios) para cerrar un tema con elementos de contexto, citas textuales, datos, cifras, contrapartes y reacciones. Una nota está “redonda” cuando se puede leer y comprender en cualquier lugar y en cualquier tiempo. A eso se aspira y no es nada fácil. Mucho menos si el jefe te avisa que entró publicidad y te quedaste con la mitad del espacio cuando ya terminaste tu texto. Todavía me pregunto si esa socióloga habría logrado incluir todo lo que me reclamaba en menos de 20 páginas.

El trabajo de campo también es una etapa en la que se advierte la diversidad de habilidades entre un periodista y un investigador social de otras disciplinas. El segundo llega armado de una estrategia metodológica y un arsenal de técnicas diseñadas con anterioridad, con tiempos de observación anchos y una hipótesis como punto de partida de la investigación.  El reportero tiene deadlines más ajustados, tal vez  mayor dispersión en cuanto al abordaje de la problemática, menos estrategia y más instinto. Mucho oficio y libreta, pero menos delimitación y plan.

Sin embargo, la mayoría de las veces el periodista es más versátil ante escenarios imprevistos y su olfato está mejor trabajado. En “cancha” los reporteros sufren menos. Su vista -su especialidad- se enfoca más rápido y por eso caminan más seguros. Claro que se van a equivocar muchas veces, pero prejuicios y descriterios se dan en todas las disciplinas y ciencias.

En estos años he visto a politólogos desperdiciar semanas de trabajo de campo en la etapa de establecer contactos, mientras el periodista conoce de memoria los mecanismos y estrategias para acceder a autoridades,  dirigentes sindicales y policías o militares. El cronista, además, tiene la sensibilidad y la paciencia para quedarse hasta el final y comenzar a tocar puertas y ganar confianzas cuando ya no quedan cámaras ni grabadoras, como recomiendan los maestros de la palabra.

Un buen reportero no fuerza las respuestas, sabe cómo aproximarse y uno de sus mayores talentos es identificarse con su eventual interlocutor, sentir sus palabras y compartir sus cotidianidades. No lo ve como una entrevista más que incorporar en los anexos del paper académico, ni como una serie de valores a ser tabulados. Toda persona tiene una historia excepcional para descubrir.

Un detalle más: la inmensa mayoría de los cientistas sociales no podrá soñar jamás con tener el poder de la libreta de teléfonos de un periodista.

“Hoy en día hay un sistema súper especializado, por eso la narración a los cientistas sociales nos parece un mundo ajeno”, explicó el sociólogo argentino Ariel Wilkis después de presentar el libro “Las sospechas del dinero”, donde combina conceptos y teorías de análisis sociológico y económico con el periodismo narrativo. En una entrevista con el blog de Anfibia añade que “en la sociología conviven múltiples formas de trabajo: producir material dentro del estilo narrativo es una de ellas”. Sospecho que su lectura también se aplica a la inversa. Aquellos que estamos más cerca del oficio de la narración y la información no tenemos motivo alguno para renunciar a la explicación y a compartir nuestro entendimiento de las cosas a partir de técnicas, conceptos, teorías y herramientas metodológicas.

Para cerrar sólo me queda pedir que esta defensa de mi oficio no se entienda como un agravio a los demás. El periodismo es tal vez una de las profesiones más denostadas y, a la vez, sacrificadas y desprendidas que hay. Quise aprovechar la semana en la que celebramos nuestro día para hacer esta suerte de reivindicación de él. Conscientes de nuestras limitaciones y negligencias como gremio, muchos colegas han escrito sus nombres con letras capitales en la historia de la producción de conocimiento de este país. Al final de cuentas, para todos, el teclado es el mismo.