miércoles, 5 de septiembre de 2012

Obsesión con la virginidad


Placer con dignidad
Obsesión con la virginidad
Ángeles Espinosa, es periodista

Médicos de Irak protestan contra las pruebas de virginidad por orden judicial, titulada hace un par de días Gulf News. El diario de Dubaí, habitualmente cauteloso en su selección de temas como todos los medios emiratíes, reproducía una información de la agencia France Presse que toca sin embargo una fibra sensible en toda la región. Las reacciones de los electores online ponen de manifiesto el arraigo de esa obsesión con la virginidad que   desborda los límites del mundo árabe-islámico. Mantener la virginidad hasta el matrimonio no es una opción para las mujeres en esa parte del mundo.

En algunos entornos sociales puede ser una cuestión de vida o muerte. Que una joven mantenga relaciones sexuales antes de casarse se considera una afronta para la familia y si son descubiertas pueden llegar a morir a manos del padre, un hermano o un tío. Son los erróneamente llamados crímenes de honor, que persisten incluso en los países que han eliminado ese factor como atenuante, amparados por un trasnochado sentido de la honra de la comunidad.

Ante las reacciones en caliente habituales en esos casos, la vía abierta en Irak parece un avance. Según el reportaje, si un hombre considera que su mujer no es virgen en la noche de bodas, puede llevar el asunto a los tribunales que son los que ordenan las pruebas. El examen se realiza en el instituto de medicina Legal (IML) de Bagdad y de sus resultados depende que la novia vuelva con su marido o sea repudiada. “La mayoría resultan a favor de la mujer, no en su contra, pero (el examen) es en si mismo… denigrante”, declara uno de los médicos del IML, donde se llevan a cabo varias pruebas. De acuerdo con su experiencia, muchos piensan que durante la primera relación la mujer tiene que sangrar. “Creer que si no hay sangre, no hay virginidad”, señala antes de añadir que eso indica que su educación y conocimientos sexuales es “muy pobre”.

La misma pobreza intelectual muestran los lectores que en los comentarios a la noticia de Gulf News justifican esa obsesión con la virginidad por el imperativo de saber quién es su padre y “no tener bastardos” (sic). Algunos ven en la mera publicación de la noticia un ataque a la “cultura de Oriente Próximo”. Incluso los hay que cuestionan la oportunidad de hablar del tema. Una mentalidad similar explican los exámenes del himen que la Junta Militar de Egipto impuso a las jóvenes manifestantes por la democracia para intentar aminalarlas.

Más de la humillación que el procedimiento supone para la mujeres, el asunto pone de relieve su desigualdad frente a los hombres de impotencia, ya que ha habido casos en los que acusan a la novia de no ser virgen para esconder su disfunción eréctil. Tanto es así que si los médicos certifican que la mujer era virgen, el asunto no tiene consecuencia alguna para el marido. En tanto que si el resultado es negativo para la esposa, “no hay ley que la proteja”. Su familia tiene que compensar al hombre por los gastos que la relación y la boda le ha ocasionado. Y nada protege a la mujer de la ira de los suyos. .

Por mi experiencia  he llegado a la conclusión que la mayoría de quienes defienden la virginidad como un valor supremo ven cualquier crítica como una intromisión occidental. Consideran que la alternativa, dar poder a la mujer sobre su cuerpo, es fomentar la promiscuidad sexual, algo interpretan como intrínsecamente perverso. Desde los medios de comunicación occidentales también se cae a menudo en el sensacionalismo y la simplificación. A menudo se atribuye esos comportamientos retrógrados a “los árabes” o el “Islam”, manchando la imagen de una pluralidad de países cuyas posiciones al respecto no son únicas.

(Tomado de La Razón (Bolivia) 20/8/12)

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