miércoles, 24 de octubre de 2012

Moral sexual cristiano-burguesa

Moral sexual cristiano-burguesa
Columna bizarra
Rosario Aquím Chávez

El movimiento por la liberación sexual surge como una interrogante a la ideología y a la moral cristino-burguesa. Ya que el proceso de normalización cristiano-burguesa apunta a mantener la imposición de una norma heterosexual (irrealizable), gobierna tanto las prácticas sexuales (formas de hacer el amor) como los comportamientos afectivos (formas de vivir la propia vida como hombre o como mujer) y las referencias culturales (formas de representarse a sí mismo como hombre o como mujer).

Esta norma sexual impone una serie de postulados que los podemos resumir de la siguiente manera:

1) Que las relaciones sociales de dominación del hombre sobre la mujer, inducidas por la indiferencia de sexos, son naturales y fisiológicas. En función de esta naturalización falocrática, la burguesía ha perpetuado la dominación milenaria de los hombres sobre las mujeres, ha despojado a las mujeres de todo poder, la ha excluido del saber, y ha expropiado su sexualidd y su capacidad productora de vida. Así, la sexualidad de las mujeres pasa a ser razonada en función de la sexualidad del hombre y de los problemas que éste se plantea en relación con ella, negando la existencia de un discurso sobre la sexualidad de las propias mujeres.

2) Que la relación heterosexual entre los sexos es conforme y natural, por estar orientada a la procreación. Con base en este postulado, se condenan como anormal y contraria a la naturaleza, a las relaciones homosexuales.

3) Niega la sexualidad femenina y rechaza la homosexualidad y la sexualidad infantil. Mujeres, homosexuales y niños son excluidos del cuerpo social para ser recluidos en instituciones como la familia y la escuela. Es una norma misógina, porque odia lo femenino que subyace en lo infantil y en la homosexualidad. En función de esta norma moral sexual, la mujer, el niño y el homosexual comparten su infantilización, su inferiorización y la negación de su sexualidad.

4) Oprime incluso a los heterosexuales que aceptan cumplir sus preceptos inhibiendo sus placeres y prestándoles una serie de estereotipos para la consolidación de la pareja heterosexual, legitimada por la institución del matrimonio, cuyo destino es la procreación. De ahí que se ejerza presión social no sólo sobre los solteros sino también los casados sin hijos. De esta manera, se codifica la vida sexual y afectiva de los individuos a través del discurso de la moral cristiano-burguesa.

5) Como cualquier forma de ideología, esta norma sexual se materializa en un conjunto de instituciones sociales, encargadas de inculcarla. Las tres instituciones principales de esta labor son: la familia, la escuela y la iglesia. En el caso de los hombres, esta educación se complementa en el ejército, con el culto de la virilidad  y el desprecio a las mujeres. A parte de estas instituciones encargadas de la inculcación de la norma sexual, hay otras de relevo que se encargan de los desviados: la psiquiatría y la cárcel.

En la sociedad capitalista, la sexualidad es también fuente de beneficios. De ahí que la norma juegue un papel importante en la comercialización, canalizando la demanda hacia los circuitos comerciales creados: la pornografía y la prostitución. Finalmente, la norma sexual transmite los valores propios de la clase dominante: respeto a la propiedad privada y el culto al trabajo, entre los más importantes. Esta normalización que penetra en la vida cotidiana crea lo que Jean Nicolás llama “procesos de sometimiento”, a partir de los cuales se forjan sujetos aptos para integrar las relaciones de producción capitalista.

(Tomado de La Razón, Páginas Azules /22/10/12)