viernes, 24 de agosto de 2012

Travestismo: Adán se convierte en Eva


Columna Bizarra
Rosario Aquin Chávez, activista miembro del grupo de reflexión teórica Safo Queer.

Familia Galan (Bolivia)
De todas las subjetividades homsexuales GLBT y Queer, quizá la que con mayor fuerza ha desafiado la tolerancia social ha sido la subjetividad travesti. El travestismo ha sido y es perseguido por la ley, sin ser un delito. Los travestis son la subjetividad más intensamente humillada y despreciada por la homofobia familiar y colectiva. A tal punto llega este desprecio, que la única forma de existencialidad a la que se ha relegado a la comunidad travesti ha sido, tradicionalmente, la explotación sexual a manos de una hetersexualidad hipócrita y de doble moral.

¿Por qué el poder patriarcal neocolonial heterocentrado se ha ensañado con tanta violencia contra el travestismo? Porque el travesti lo ha expropiado y despojado de manera abrupta de su más caro objeto de deseo y de prosesión: la mujer. Y en su lugar, se ha eregido él, reflejo mimético de ese patriarca, de ese macho, de ese hombre universal. En un juego alucinatorio de transformismo hiperreal “Adán se transforma en Eva”, cobijado en aquella corporalidad tan particular y reconocida por el “hombre”, como cuerpo sobre el cual ejerce su poder de dominio y, por el cual también la seducción de su racionalidad viril no es más que grotesca carcajada: la mujer.

El hombre-travesti, a través de su transformación hiperreal en mujer, increpa los fundamentos más absurdos de una moral inventada a imagen y semejanza del androcentrismo degenerativo, perturbado e inquieto por sus propias pulsiones primitivas. El travesti es, a los ojos del heterosexismo, el exceso, el sinsentido, la aniquilación del yo, por la remisión a lo real. Lo real ya no es la representación de una realidad, sino su ilusión, su no ser.

El travesti atenta contra los límites impuestos socialmente a cada género, rompe los roles funcionales asignados por la cultura, y se coloca en un frontera liminar entre lo divino (desconocido) y lo humano. Aquello que los griegos llaman “hibris”, y que la mitología refiere para dar cuenta de la violencia de un incesto primordial, reservado al mundo oscuro y desconocido de los dioses.
 
Lo que aterra socialmente del travesti es su condición de mujer con pene, esa figura hermafrodita que tanto ha perturbado los deseos más íntimos de la humanidad, como completud a ser alcanzada; y que ha recorrido como espectro todas las culturas, desde las tradiciones griegas hasta el hinduismo.

La violencia contra el travesti es en sí una expresión de doble violencia: por ser hiper-mujer y por poseer ese pedazo de fragmento identitario-corporal negado que es su pene. Es esta negación lo que representa en él es el rechazo de su humanidad. El travesti, al negar su virilidad, está renunciando a su condición de humanidad, y por ende, es expulsado del paraíso patriarcal y es condenado al limbo, donde están desterradas no sólo las mujeres heterosexuales, sino también el resto de subjetividades transgresoras, que han osado desmantelar las imposturas de un sistema de normalización que no puede contener la putrefacción de su propia degeneración moral y ética.

(Tomado de La Razón, Intimidades, 13/8/12)

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